Este, lo mismo que su oración fúnebre en la muerte del obispo Figueredo y Victoria, benefactor de la compañía de Jesús, fueron escritos en latín. Landívar vivió en Bolonia hasta su muerte, ocurrida el 27 de septiembre de 1793. Fue sepultado en la iglesia de Santa María delle Muratelle en Bolonia. En 1950 sus probables restos fueron encontrados y repatriados, y hoy descansan en su tierra natal, Antigua Guatemala.
Sus reflexiones acerca de la fauna y flora guatemaltecas son enormes frescos tropicales, donde el lector puede imaginar la belleza de las aves y la del escenario que las circundaba. Es inevitable ligar este tipo de tratamiento a obras como la Grandeza mexicana de Bernardo de Balbuena y la Silva a la agricultura de la zona tórrida, del escritor venezolano Andrés Bello, porque, como sucede con éste, la visión de América que Landívar ofrece proviene de ojos y sensibilidad americanos.
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